Héctor Rodolfo Peña, "un plástico de la palabra"

Héctor Rodolfo Peña, "un plástico de la palabra"

Yo era la TÍA, “así me presentaba” agregando con picardía “la manda mi mujer para que me cuide”. Nunca competimos, lo de él era la magia, el relato fluido, los personajes, la descripción certera. Lo mío, es todo lo que me rodea, los hijos, el amor, la casa, lo cotidiano. Hace muchos años te brindé unos de mis homenajes, en el hermoso salón de la Casa de Santa Cruz en Buenos Aires, ante un público numeroso y emocionado. Héctor, nunca olvidaré nuestras profundas y acaloradas discusiones. La política te emocionaba, te fascinaba, te hacía bullir la sangre tormentosa que corría por tus venas. Unos meses antes de tu inesperada muerte, nos reencontramos en la terminal de transportes, hablamos de muchas cosas, me quedo con esa imagen tuya y esos sueños, te vi feliz, Susana, la madre de tus hijos te esperaba, por eso sigo creyendo que no te fuiste nunca, que mañana, o cualquier otro día volverás como en los versos de la gran poeta, Julia Prilutzky Farny:

“Ahora que te acercas insondable
temido a veces y esperado,
quiero decirte algo:
no tengas miedo,
el recinto está presente
y te aguardamos,
huésped de honor, seguro pasajero
estamos esperando tu palabra”.
Guardo aún hoy como un hermoso recuerdo, tu poema: “LOS NIÑOS”, intuiste el destino tortuoso que nos esperaba, el difícil camino del entendimiento y viste en los niños la claridad del futuro, intuiste como un profeta, te esperanza y tu fe en ellos.
Cuesta creer que serán ellos los que gobiernen y hagan el mañana.
Cuesta creer al verlos con la carita mágica reciente,
que ellos serán el engranaje, el pulmón, la luz, la fuerza
que nos sucederá para los tiempos.
Cuesta creer y será cierto que dan ganas de preguntar,
entre las rondas, entre las rayuelas,
la tiza y zapatillas,
entre bolitas, manchas y carcajadas
que nos tienen dispuesto.
Y son niños aún, pero serán un día
quienes cambien el rostro de las cosas,
quienes dicten las guerras,
y quienes tal vez, y eso deseo
¡decreten algún día, la esperanza!
Hace muchos años Héctor, que escribiste esto con esa ilusión, me despierto cada mañana en la espera de que tus niños que hoy ya son hombres, comiencen a regalarnos ¡la esperanza! Flora Rodríguez de Lofredo

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